¿QUÉ ES EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD?
Todo hombre desea ser feliz, pero la felicidad plena solo viene y vive de la unión con Dios. Y ¿qué es la felicidad? Es un estado de gozo en Dios. El matrimonio creado por Dios es una sombra de este gozo feliz, fruto de la correspondencia en el amor y que da como fruto los hijos, correspondencia que Dios espera de su criatura para llenarla de paz y felicidad.
Sin embargo no es completa porque el hombre de nuestro tiempo, al prescindir de Dios, no encuentra la felicidad porque se encamina al error. Y ¿cómo se corresponde a Dios? Cumpliendo y viviendo en su Divina Voluntad, y el Señor se desborda en luz, paz y gozo en el alma de su criatura y, aún en medio de tribulaciones, es feliz porque solo de este modo la tierra se convierte en el Cielo y en ella se instala el reino de la Divina Voluntad.
Dios creó al hombre en Divina Voluntad y mientras no vuelva a su estado inicial el hombre no hallará en la tierra la plena felicidad. Dijo Jesús a sus Apóstoles: “Cuando venga el Espíritu Santo que os mandaré desde el Padre, Él os conducirá a la verdad completa”. Esta verdad completa es la vida en la Divina Voluntad que a Luisa Piccarretta le explica Jesús en el “libro del Cielo”. La página 1736 es de una gran belleza cuando Jesús le explica a Luisa que los tres Reyes Magos, animados por la Fe, se convencieron de que allí había un misterio no humano sino divino y, cuando entraron en su presencia, arrodillándose le adoraron. Y dice Jesús: “En cuanto doblaron las rodillas Yo me revelé e hice traslucir de mi pequeña humanidad mi Divinidad y conocieron que Yo era el Rey de Reyes”
Esto nos muestra que Dios espera de nosotros que demos el primer paso en Fe y que, ante él, hay que doblar las rodillas y Él, entonces, se complace y se revela en nuestra alma con frutos visibles como a los Reyes Magos, o invisibles con gracias extraordinarias.
Cuando el Señor, por medio del sacerdote, va a dar al pueblo una bendición especial, se lee del libro de liturgia: “humilitate capita vestra” que significa: humillad vuestra cabeza, es decir, inclinada; pues con mucho mayor motivo al ir a comulgar deberíamos oír: “humilitate genu vestra”, es decir, inclinad vuestra rodilla. Genuflexión significa “hacer flexión con la rodilla” por tanto, arrodillarse es el acto necesario para adorar a Jesucristo y reconocer su presencia en el Pan Consagrado.